García Martínez – 16 octubre 1993
Existe una costumbre telefónica que provoca la irritación de los cristianos. Es cuando se llama por el aparato una secretaria, diciendo: “¿Don Fulano de tal?”. Tu respondes: “Yo soy”. Y ella, de nuevo: “Un momento, que le habla don Zutano”.
(Por lo general, don Zutano pertenece al PSOE). Muy bien. Dejas lo que estabas haciendo y te dispones a escuchar a don Zutano.
Pero pasa el tiempo sin que Zutano nos haga caridad de darnos su voz. Por fin, cuando a el le viene bien, accede a hablarnos. (Por lo general, para pedir un favor).
Pues mire usted: no. Esto no se puede aguantar. Ni democracia ni leches. La buena educación es la buena educación. El tío que te llame, pues, coñe, que se ponga inmediatamente. El llega y le suelta a la secretaria: “Llámame a fulano”. Y, mientras, el payo se va al retrete, pongo por caso. Y entonces tú, que no has llamado, sino que has llamado- tienes que esperar a que el buen señor haga pis o, lo que todavía es peor, aguas de las que llamamos mayores.
Jamás propongo nada, pues estoy segura ya muy escarmentado, pero esta vez haré una excepción. Sugiero que todas las víctimas de este abuso nos agrupemos en una sociedad de carácter cívico-civil. Y cuando nos anuncien lo de “un momento, que se pone don Zutano”, si después de contar tres no se ha puesto, colguemos el auricular ostentoreamente. Además, así agrupados, podremos merendar juntos una vez por semana.