García Martínez – 25 octubre 1993
Buena semana, la transcurrida, de fútbol televisado. Hay un desmelenamiento cadenal en esta temática. Alguno lo vera excesivo. Puede que lo sea. Pero, si transmitieran menos, quizás diría que se quedan cortos. Es una gozada que haya encuentros solapados. No termino uno, y ya esta el otro marchando. Lo mas bonito es tener tres en simultáneo. Y pasar con el mando a distancia de aquí para allá, de allá para acá.
“¿Quién juega?-pregunta el abuelo. “El Madrid”- le dices.
Y al rato: “¿Quién juega, nene?. Y tú: “El Barcelona”. Y el: “Pero, coñe, ¿no me habías dicho que el Madrid?”. Y tu: “Si, abuelo. Pero es que esto va a toda leche”. (No diré zapping hasta que no me quede otro remedio. Si no pudiera buscarse a esa actividad un termino mas español, uno prefiere castellanizar el ingles. Y así naciera el verbo zapear. Esto es solo una lucubración.
Dijo el otro: “Lo que abunda no daña”. Si las televisiones se empeñan en dedicar mucho tiempo al fútbol, ¿a que censurado? Además, el tratamiento que se le da al espectáculo en ciertos canales- el plus, por ejemplo- es ya cosa didáctica. Cuando es Michael Robinson quien comenta, los buenos aficionados se ponen el babero escolar, toman lápiz y cuaderno y se sientan en el pupitre. Es como ir al cole. Matemáticas no pura, si aplicada.
Y, todo ello, sobre la verde y jugosa pizarra del terreno de juego. Lo veo bien.