García Martínez – 27 octubre 1993
Por fin el Señor Gil y Gil se ha decidido a coger al toro por los cuernos. Hay que saber que el fútbol de hoy ya no es el de antiguamente. En otro tiempo, cuando la hambruna, tu mostrabas una cesta de bocadillos a los jugadores, y solo con eso quedaban mentalizados para el triunfo. Sabían muy bien que, en acabando el encuentro, si ganaban, tomarían bocatas; y si no, a la puta calle. No eran necesarios los psicólogos. Probablemente ni existían. ¡Cómo iba a hacerlos, si estábamos todos acarreando piedra en el Valle de los Caídos!
Gil y Gil, que no es tonto, acaba de caer en la cuenta y ha tomado consigo mismo el acuerdo de contratar psicólogo. No quería dar ese paso porque darlo significa imitar a su eterno rival, o sea de el Real Madrid.
-Y el alba, ¿qué?
-¡Hombre! Al Alba también lo imita.
-¡Pues dígalo, coñe!
Bueno, pues eso, digo también que todas las mañanas, antes de recibir en consulta a los futbolistas, el psicólogo, pasa por el domicilio de Gil y Gil.
Y, mientras desayunan, Gil y Gil le dice al psicólogo lo que tiene que hacer. Con todo detalle, pues ya sabes usted como es Gil y Gil.
Si es psicólogo se permite contradecirlo, Gil y Gil le da un tostada en la cresta. Y ya, con el aval del presidente, el psicólogo queda en perfectas condiciones de ejercer su benéfica terapia.