García Martínez – 31 octubre 1993
No queda otro remedio que retomar el asunto. Me refiero a la clonación, el invento ese en virtud del cual pondremos fabricar niños repetidos. Se trata de un problema gravísimo, que traerá todavía mucha cola y al que no podemos sustraernos.
Supongamos que el experimento acaba llevándose a la practica. Primera y principalisima pregunta: ¿debemos clonar sólo a las criaturas mas inteligentes? Dicho de otro modo: ¿hemos de llenar el universo de individuos cuasi perfectos? Uno se pregunta cómo seria un mundo habitado únicamente por tíos listisimos. Todos aprobarían los exámenes con matricula de honor, todos serian magníficos profesionales. En fin, algo así como la perfección generalizada. Nada que la arruga es bella, nada de que el lunar favorece.
Bueno, pues yo creo que seria terrible. Si sólo existiesen los listos, te puedes morir. A los listos no hay quien los aguante. Aburren.
El tonto en cambio, es de lo mas distraído. Donde haya un tonto como Dios manda, de esos antiguamente, que se quiten los pedantuelos que todo lo saben, pero que nada comprenden. Además, habiendo nada mas que listos, ¿Cómo podremos saber que no son listos, si carecemos de la referencia que es el tonto? El tonto es entrañable, asequible, simpático, y por lo general no fuma. El tonto es eso: tonto. A mi dadme un tonto y gobernare la tierra. Pero que no sea un tonto del haba, ¿eh? Con esos no hay manera.