García Martinez
CASI nada cambia jamás, aun cuandoparezca que todo cambia. Ya en el año 1956, que fue más o menos cuando se destapó Bahamontes, el novelista Delibes planteó lo referente a quién de los dos –el divo o el destajista- conviene más el deporte. (Tanto en el caso particular del ciclismo como de lo general deportivo). Y mire usted por dónde, ahora que estamos, creo, en 1993, sigue sin resolverse el dilema.
Delibes, que en castellano, simpatiza más con el destajista, aunque acepta y reconoce las virtudes del divo. Pero es que el escritor prefiere que gane el equipo, no el fulano de tal. Por eso no le gusta que, en fútbol, haya una táctica en virtud de la cual todos juegan para que el divo se luzca. Y lo mismo en las vueltas ciclistas. Delibes sostiene que el destajista –o sea: el que se apoya más en el pundonor que en la técnica- tiene perfecto derecho a alzarse, si puede, por encima del divo. “Eliminar del deporte la competencia- escribe- equivale a eliminar la chispa que ha hecho de ciertos ejercicios musculares la mayor atracción de multitudes de hoy en día´´. ¿Hemos de volver quizás al destajismo que fue la famosa furia española?
Poco hemos avanzado. En futbol y en ciclismo, los divos siguen mandando. Las técnicas son exquisitas. Las estrategias, refinadísimas. Y, mientras, el valiente destajista se nos muere de casto y de sencillo. ¡Oh, Montoyica!