García Martínez – 13 noviembre 1993
Yo creo que sería una pésima operación. Antiguamente, cuando Franco y los inicios de las relaciones con Estados Unidos, pues bueno. Había que pasar por el aro de los caprichos del amigo americano. Pero, hoy, a estas alturas de la función y con los mayores que nos hemos hecho, ¿por qué tenemos nosotros que recibir en alquiler roñosos barcos americanos? Y menos aún en estos tiempos en que ya nadie quiere hacer la mili. Es verdad que, ante el amigo americano, siempre tendremos que hincar la rodilla. Lo que pasa es que no es lo mismo hincarla del todo que quedarse en mera genuflexión. En política diplomática, estas diferencias son muy valoradas.
Bien dijo el otro que “más vale honra sin barcos que barcos de segunda mano” . Miré usted: tal y como están hoy montadas las guerras, ya me dirá adónde vamos nosotros con unos barcucios renqueantes. Hasta el moro aquel del Golfo tenía mejor equipamiento. ¿Y qué le pasó? Pues que le echaron la arena encima. Según anda el mundo actual, lo mejor es ir por la vida desarmado. Sólo para ganar una guerrita de nada, el dineral que se requiere en armamento y tal es tremendo. ¡Imagínese si se quiere salir triunfante de una guerra como Dios manda!
A mis cortas luces, entre tenerlos de segunda mano y no tenerlos, prefiero esto último. Los barcos viejos siempre hacen agua.
-Y donde hay patrón, no manda marinero.
Esa es otra.