García Martinez – 21 noviembre 1993
El poder sospecha que el ciudadano es lobo del ciudadano. De donde deduce que lo mejor para proteger al ciudadano es atacar al ciudadano. Unas veces, por medio de los precios, los impuestos, los salarios y tal. Otras, ni más ni menos que sirviéndose de la policía. El Tribunal Constitucional ha dado por buenas las retenciones de las personas no identificadas, tal como lo recoge la, así llamada, Ley de Seguridad Ciudadana. Acudiendo el tópico diré que lo acepto, pero no lo comparto. Creo que la poli sólo debe arrimarse a uno para detenerlo o para tomarse un café.
Lo que más le gusta al Estado es tener localizado al personal. Y numerado. Algo parecido le sucede al pastor de ovejas. Ya lo dice el dicho, y también nuestro Castillo-Puche: “Borregos somos y en el matadero nos encontraremos”. El caso es que si tú vas por la calle, aparece el agente, te pide el carnet y no lo tienes, serán objeto de retención hasta que, ya en comisaría, se aclare quienes coñe son tus padres. A mí no me gusta, pero comprendo que es algo que forma parte del colosal tinglado. (Que se lo digan, si no a la Trilateral).
A mí me van a retener todos los días, pues jamás voy documentado. No por hacerme el listo, sino porque, como no uso chaqueta, el carnentidá me roza partes delicadas si lo guardo en los bolsillos del pantalón. Lo único que se pide, y ello por higiene, es que limpien de mugre las comisarías.