García Martinez
El obreraje –pues en eso vamos a terminar de aquí a poco- se manifestó anteayer para decirle no a Felipe. Los sindicatos le llaman a eso ensayo para una hipotética huelga general. Una a modo de cata con el fin de ver en qué disposición está la masa social. Si son muchos los que salen a la calle, huelga tendremos. Si pocos, mejor dejarlo. Dicen que la prueba fructificó satisfactoria.
De la misma manera que los obreros han ensayado para saber a qué atenerse, algo similar debería hacer el Gobierno. Es la manera de no llamarse luego a sorpresa. Sería así: Felipe llega y aplica unas pocas de esas medidas que han preparado sus asesores. Y espera un par de semanas. Si advierte que los obreros se mueran de hambre, que las calles se llenan de obreros muertos, y luego de funcionarios muertos, y de pequeños empresarios muertos, y de todo dios muerto (¿los políticos también?), entonces se para el carro. Es verdad que ya mucha gente habrá fallecido, pero no importa si, a cambio de eso, logramos enterarnos de la bondad o maldad de las medidas gubernamentales. Puede ocurrir también que no se muera nadie, pues la naturaleza humana es más resistente de lo que suponemos. En tal caso, ¡tacatá!, se pone en práctica todo lo que ahora mismo está solo en el papel.
A mí, como soy tan tolerante, me parece bien que ensayemos, pero todos. Un ensayo -¿estás en lo que es?- general y generalizado.