García Martinez –14 diciembre 1993
Tenemos hoy entre las manos un incidente tricomunitario, pues afecta a las autonomías de Castilla- La Mancha, Alicante y Murcia. El sureste añorado, por así decirlo. Como ahora cada autónomo es el hijo de su padre y de su madre, el suceso que digo debe tratarse con toda discreción. Pues no quisiera yo que- por mi grandisima culpa- Bono, Lerma y Maria Antoine acabaran tirándose los cetros a la cabeza.
Este domingo pasado, en el encuentro Cieza-Elche, un espectador agredió a un arbitro del colegio castellano-manchego. No entraré a considerar la agresión propiamente dicha, ya que nada hay que objetar. El arbitro tiene que saber a lo que arriesga. Lo mismo que el torero y el trapecista. Lo que resulta intolerable es que el ataque- poca cosa, en realidad- se perpetrara durante el descanso. Esto ya es pasarse de rosca. La holganza se entiende sagrada. Cualquier espectador dispone nada menos que de noventa minutos para darle caña al de oscuro. Carece, pues, de sentido sacudirle en la cresta cuando, tanto el como los jugadores- y solo durante un mero cuarto de hora- están recuperándose del tremendo esfuerzo.
El aficionado puede hacer dos cosas con el bote de la cocacola: tirarselo al arbitro o beberse el contenido. Ahora bien, si opta por lo primero, ha de ejercitar su derecho- y aquí es donde entraría la normativa- en tiempo de trabajo. Otra cosa nos llevaría caos.