García Martinez –23 diciembre 1993
Pobrecicos. No saben de ellos en que mundo han caído. Míralos, caminando por la acera, con el uniforme blanquiazulino arrugado, la mochila a cuestas y, en la mano- cortando el aire de la media tarde, los así llamados claustrales se reunieron para repartir su copiosa colección de bienes, regulares y males. Los siete sabios de Grecia, o algo así, han dicho lo que tenían que decir. Y, según esos decires- pues su palabra es la ley-, los niños tendrán o no tendrán Reyes Magos. Así de simple. Y así de duro.
Ya deben de saber, las pequeñas víctimas, el contenido de esos papelotes. Que ni les echan una ojeada. Son meros transportistas de nuevas (para ellos viejas) que firman el profesor, y el tutor, y hasta el sabe Dios quién. Hay unas claves que distinguen entre el rendimiento y el comportamiento. En otras, las que autodenominan liberales y modernas, es al revés.
Ahora que estamos en tiempos de navidad y que, por tradicional, la gente todavía tendría que ser más buena- para volver a delinquir mañana-, no se nos ocurre nada mejor que pedirles cuentas a los pobres niños. Tal que el jodido. Herodes por las mismas fechas. A eso le llamamos los padres, educación.