García Martínez -21 enero 1994
Es lo que suele decir de los conductores que corren demasiado. Pero el vuelo bajo del que quiero hablar no es ese, sino el de los auténticos voladores. O sea, los pájaros. Ayer volaban tan bajo, que yo tuve delante del morro del coche a una pajarita de las nieves más de medio minuto meneando las alas. Y luego advertí que gorriones diversos se movían a ras del suelo. ¿A qué se debe eso?.
Me suena –y también deduzco- que la circunstancia meteorológica influye poderosamente. Hacía mucho helor en las alturas, aun cuando estuviese el sol calentando. Y eso puede invitar a los animalicos a quedarse al nivel de quienes no volamos. Quizás sea que la tierra –la Tierra- esté más que nunca cubierta de desperdicios para picotear. Quizás se deba a la huelga general, que la tenemos ya a la vuelta. O a las peleas, tan tristemente graciosas, que mantienen los socialistas entre ellos. Los pájaros como van volando, pues están en todo. Ven lo que ocurre desde una perspectiva más, como si dijéramos, realista. Les choca lo que sucede en las bajuras. Y se quedan para mirar y comentar. También porque buscan comida. Todo junto, ¿por qué no?
Me da lo mismo cuáles puedan ser las razones de estos vuelos rasantes. Lo que me importa es que ayer, a las diez cuarenta y dos de la mañana, estuve a punto de atropellar
– ¿Estás en lo que es? a una pajarita de las nieves. Jovencilla y todo.