García Martínez – 29 enero 1994
El cansancio visual –que no es lo mismo que la vista cansada- afecta incluso a personas que se profesan profundo afecto. Llega un día en que te fastidia ver siempre el mismo rostro. Así comienzan ciertas crisis de pareja. En cuanto que asoma la oreja el que dicen desamor, asoma también la suya el cansancio visual.
Si esto ocurre en el caso de relaciones íntimas que se adoban con cariños muy sinceros, ¿qué no será con individuos que, en definitiva, te importan un rábano? Después de que lo largarán, el señor Solchaga sigue mostrando la jefa en los, así llamados, medios cada dos por tres. Lo tremendo es que hasta se permite, el tío, hablar de economía. Como si fuera un experto. Y tenemos también a Corcuera, por si le faltaba caldo al arroz. A este lo vimos, sin ir más lejos, en la noche del jueves, en Antena 3, defendiendo al Gobierno. El zagal ese del PP, el Gallardin, le dio una miaja de caña. Se conoce que le tenía ganas. Cuando Corcuera decía: “No le entiendo”, el otro replicaba: “Nada, no se preocupe, estoy habituado a que no me entienda usted a la primera. Se lo volveré a explicar con mucho gusto”. Da igual lo que digan, tanto Solchaga como Corcuera. Lo que molesta –cansancio visual- es seguir mirándolos después de haberlos visto tanto.
Los políticos cesados y –como estos que digo- muy manoseados deberían pasarse un par de años en el congelador.