García Martínez – 5 febrero 1994
Fue muy violenta –como ya podréis suponer- la reunión de Moncloa. Nos llevaron una vez más al tresillo blanco, que yo creo que está gafado. Allí sentados los tres, muy serios, como correspondía a la circunstancia. Felipe anduvo provocador. Mientras posábamos para las fotos, el Presidente canturreaba por lo bajini: “La huelga fue una mierda, la huelga fue una mierda”. A mí me entraron ganas de darle, pero tampoco era cuestión de organizarla. A fin de cuentas, el encuentro era de cortesía.
Nos quedamos al fin solos, pero ninguno nos animábamos a manifestarnos. Hasta que Antonio, que le tiene mucho apego a la homilía (reminiscencias de Marcelino), decidió dictar la frase inmortal. Y empezó a largar, con su voz campanuda: “La historia juzgará…” Felipe mostraba un rictus cínico. Y yo me acordaba de Suresnes. Entonces no rictuaba, sino que más bien imploraba echando su cabeza en mi hombro. Intervine: “Antonio déjalo, y no seas ridículo, que aquí, el amigo, no nos hace ni maldito el caso”. Pero Antonio es muy tenaz. De modo que “Nunca en los anales del sindicalismo…” Felipe escuchaba como el que oye llover. Sacó un puro de la fresquera y se puso a olisquearlo con mucha aplicación. “Bueno, pues nos vamos” dije finalmente.
Me han contado que, después, cuando recibió a Cuevas, Felipe comentó, mientras encendía el veguero: “!Uf! Menos mal que ahora estamos en familia”.