García Martínez – 14 febrero 1994
La publicidad y la propaganda (que no son lo mismo, según los expertos) se adueñaron casi absolutamente del perro mundo de hoy. Y ambas nos ordenan, en cada ocasión, lo que tenemos que hacer. No actúan poniéndolos encima de la mesa, sino que se muestran persuasivas y agenciosas con los particulares que somos nosotros.
Las modas y hábitos nos llegan, como es sabido, a ráfagas. Hoy toca de esto y mañana de lo otro. Tal como le convenga al márquetin y, en definitiva, a la Trilateral, que es donde radica el origen de todo. Me temo que ahora toca Buda. La película del director italiano hará que nos pelemos al cero, nos tapemos con una sábana color azafrán y circulemos de dicha guisa por esas grandes superficies de Dios. El Hombre –home, en valenciano- suele ser víctima de la compunción, pues a todas horas anda cometiendo pecados. Y necesita juguetes con los que entretener su dolorida existencia. Así tenemos la canción de “pajaritos por aquí, pajaritos por allá”, la minifarda y los dinosaurios como ejemplos de esas intermitencias a las que se somete gustosa la condición humana. Lo de Buda presenta la novedad de traernos justo lo que necesita el hombre de hoy: sosiego. La paz que se deriva de la reflexión…
-Oye: ¿y no te pones nada debajo de la sábana?
-¡Claro que sí, mujer! Los leotardos.
-¡Ah! Entonces vale.