García Martínez – 30 abril 2003
Digo que la culpa sea de este, ni de aquel. Dios me librará de caer en esa tentación, no teniendo como no tengo pruebas. Así es que sálvese quien deba salvarse.
No hace falta ser un especialista en tráfico. Basta con tener ojos en la cara y frecuentar en coche esas carreteras. Y lo que se ve pasma. Ya es potaje de todos los días que camiones y autobuses corran más que una buena parte –por no decir la mayoría– de los turismos. Uno sabe que, si se pone sólo a cien por hora con su coche, le pasarán los camiones y los autobuses que, vamos a decirlo de una vez, circulan a toa pastilla. Quiero decir temerariamente.
Y por eso ocurre lo que ocurre. Tengo la impresión, leyendo los periódicos, de que el porcentaje de accidentes en los que están implicados estos vehículos –enormes, por otra parte– es cada día más alto. Anteayer, por no ir más lejos, un autobús que se salió de la calzada en Zaragoza. (Por despiste, nos dice la autoridad que ocurrió). Y ayer mismo, el choque entre dos camionancos, en no recuerdo qué sitio.
Lo dicho: si quieres que no te pasen los mastodónticos camiones con sus mercancías, ni los altísimos autobuses con sus viajeros, le tienes que pisar al chisme tuyo, con todo el riesgo añadido que eso implica.
Tenemos luego el afán de adelantarse los unos a los otros: autobuses a camiones, camiones a autobuses, camiones a camiones y autobuses a autobures. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que, en muchas ocasiones, se pasan media vida adelantando, lo cual genera, como hasta el más tonto sabe, peligros de todo tipo y condición.
El asunto se complica con esa moda que hace furor ahora entre los conductores de turismos de prescindir de los intermitentes. Uno va delante de ti, adelanta a otro y no saca ni la lucecita de la izquierda, ni después la de la derecha. Es el síndrome del conductor gandul. Se registra en las carreteras una como dejación de funciones, a ver si me comprende usted. Y, mientras, venga a morir gente, que al final no vamos a quedar nadie para votar en las elecciones.
—¿Y qué me dice usted de usar el móvil mientras se conduce?
Pues le digo que, mucha gente, ni puto caso. En fin, todo sea por irnos pronto al otro mundo, amén.