García Martínez – 28 junio 2002
El otro día estuvo por aquí el Príncipe Felipe. Primero en Alcantarilla, en la cosa militar, y después visitó Huellas, en la Catedral.
La autoridades competentes esperaban, o suponían, o incluso fueron advertidas –qué más da–, de que Don Felipe iba a comparecer sin corbata. ¿Y qué hicieron las primerísimas autoridades competentes que lo acompañaban? Pues, ni cortas ni perezosas, se quitaron sus respectivas corbatas. Y mire usted: se les notaba un montón.
Curiosamente, no chocaba que el Príncipe fuera descorbatado. Quizás porque en diversas ocasiones lo hemos visto de tal guisa. Pero la autoridad, en cambio, parecía desarbolada, como si la hubieran dejado no ya sin corbata, sino sin calzones. Creo yo que esto se debe a que el conspicuo de hoy se ha convertido en un animal de corbata. De tanto llevarla, termina por ser una parte más del cuerpo, como una oreja, por poner un ejemplo. De manera que, en quitándote la corbata, causas la misma impresión que si te arracan una oreja.
Salieron en la portada de los periódicos y cantaban lo suyo. Nada, que no parecían autoridad, sino unos señores de la calle, que habían acudido a pedirle un autógrafo al Príncipe. Ciertas cosas no deben ser forzadas. Caso de forzarlas te arriesgas a hacer el ridi. En cambio, uno de los personajes que iban en la procesión, el señor Ojeda, presidente de la Cajamurcia, se quedó con su corbata puesta y daba la mar de natural.
El asunto no tiene mayor trascendencia. Ignoro si el protocolo exigía corbatas fuera, al no habérsela puesto Don Felipe. Pero es que, claro, yo estuve una vez en la Zarzuela haciéndole una entrevista, en su calidad de piloto del Ejército del Aire formado en San Javier. Llevaba mi corbata, mi chaqueta y hasta mi canesú. Pero he aquí que presentóse el joven, además de sin corbata, sin calcetines. Eso pa que te vayas con los soldaos. Y a mí, la verdad, no me pareció oportuno quitarme la corbata, ni desde luego los calcetines, para que mi atuendo estuviera a tono con el que adornaba a Su Alteza.
Lo que deberían hacer quizás esas autoridades que decíamos es prescindir de cuando en cuando de la corbata, incluso en actos oficiales, para que nos acostumbremos a verlos así. Aquí en Murcia, la excusa del calor es perfecta.