García Martínez – 18 octubre 2002
Se me esponja el alma, mire lo que le digo, cuando me entero del dato. Casi las tres cuartas partes de la afición cree que el Murcia subirá en esta temporada a la División de Honor.
—Con dos pelotas.
Reprímase, por favor, pues, aun cuando ya no existe la censura, ¿quién le dice que no la habrá, después de todo lo que está pasando con Bush? Aparte de que, bien mirado, no serían dos solitarias pelotas, sino dos pelotas por cada uno de los jugadores de la plantilla.
—Más las dos del míster, que valen por diez.
Bueno, tampoco es eso. Las del míster, gallego y todo, valen lo mismo. Tocante a los bajos, casi todos los humanos somos iguales.
Si digo que me ha chocado el optimismo de los aficionados, no miento. Y ello porque, de aquí para atrás, hay que ver la cara tan larga con la que contemplaban al Real Murcia.
—Es que el año pasado empezó ya muy mal, mientras que ahora vamos estupendamente.
Eso es verdad, pero aun así. Que a mí no se me olvida el ambiente tan triste y penoso que hubo en estos años pasados. Le echabas un ojo a la afición y lo que veías era algo frígido. Como si estuviera muerta. Lo cual se consiguió, por así decirlo, paso a paso y golpe a golpe, que dijo el poeta. Es que llevábamos una ejecutoria que por nadie pase.
Uno siempre ha defendido, siendo como es defensor de causas perdidas, que tener un equipo murciano en la Primera División nos reporta beneficios políticos que luego se traducen en económicos. Madrid sólo sabe que estamos vivos si, cada fin de semana, aparecemos en la mitad superior de la quiniela. Lo que no está en la mitad superior de la quiniela no existe.
—Mire usted el Valencia. Como siempre milita en Primera, todo le va bien.
Estoy con usted. Pero, además, eso que digo puede comprobarse aquí mismo. Ha bastado con que, en la misma Segunda A, o como se llame, nos pongamos líderes, para que le den el visto bueno al aeropuerto de Corvera. Y para que Valcárcel haya decidido presentarse de nuevo a la presidencia de la Comunidad Autónoma.
Así es que ya sabe lo que tiene que hacer la empresa, o sea Samper con su estadio: cumplir a tope.