García Martínez – 5 noviembre 2002
Lo dijo Julio muy bien dicho: el agua dulse, si no se trinca a su tiempo, se convierte en agua salá. Tal es la filosofía, miaja más o menos, del Plan Hidrológico Nacional. Junto con otra evidencia, como es que hay dos Españas. Una tira el agua al mar, porque le sobra. Otra procura capturarla, desalando, pero no es bastante.
Cada cual aporta sus argumentos, unos con mucha base y otros con no tanta. Hay que escuchar a todo el mundo, incluso a los que dicen tonterías. La Constitución no prohíbe decir tonterías. Ni que mucha gente se mueva por intereses, mejor que por ideales. Los de Aragón aragonean, mientras que los de Levante levantean. Y, mientras, el agua corre y se pierde en el Mediterráneo.
Al margen de tantísima palabrería, de plataformas por arriba y plataformas por abajo, hay una realidad sencilla y, por sencilla, convincente. Nos entra por los ojos. Y no tiene vuelta de hoja, se quiera o no reconocer.
Lo diré: a una parte de España le sobra agua, hasta el punto de que la echa al mar. A otra parte de España le falta el agua, hasta el punto de que la está necesitando incluso para beber. Tal es la primera y más noble misión del agua: refrescar la andorga de los paisanos. Y resulta que los de aquí de Murcia, los de Alicante, los de Valencia y los de Almería también tenemos andorga. No por ningún privilegio especial, sino porque Dios Nuestro Señor se la instaló a todo el mundo, sin distinciones.
También es muy verdadero que nuestro territorio –que se llama levantino, pero todavía no levantisco– cada hora que pasa es más desierto.
—Hoy somos más desierto que ayer, pero menos que mañana.
O sea, la medalla del desamor, como se suele decir.
—No sé si estará usted al corriente, pero a los de por aquí ya nos llaman beduinos y saharagüises.
Hombre, llamarnos nos llaman de todo, principalmente los de la Chunta. Pero nos preocupe usted, pues, tal como tienen la predisposición, aún nos llamarán más cosas. Y todo porque tenemos sed. Como si eso fuera un crimen.
Vamos a no perdernos en los detalles –que si golf y que si leches–, para hacer hincapié en lo que es el problema: que estamos más secos que la pata de Perico. Todo lo demás es anécdota.