García Martínez – 7 enero 2003
Caravaca está de moda. Pero hay que añadir en seguida que las modas no aparecen por generación espontánea. Alguien tiene que propiciarlas, ponerlas en marcha y, sobre todo, mantenerlas.
Ese alguien que digo no es sino la sociedad civil caravaqueña. Ya sé que con la colaboración de la autoridad competente. Pero sépase que sucesos como este del Año Jubilar no fructifican si no hay una predisposición de un pueblo entero. Tiene que existir una simpatía generalizada hacia el proyecto. Unas ganas. Y, después de eso, querer ponerse manos a la obra. Cada cual según sus saberes y entenderes.
A la hora de gestionar cabe, como es natural, que unos aporten más que otros. Pero es el afán colectivo lo que hace que la embarcación sume singladuras bajo el mástil de la Vera Cruz. El todos a una de las gentes de Caravaca lo veo ejemplar. Siendo verdad que siempre son minoría los que soportan el peso mayor de la celebración, insisto en que, de no estar detrás el pueblo apoyando, las cosas no saldrían igual de redondas.
Desde hace muchos meses, Caravaca genera noticia –y no meramente regional– un día sí y el otro también. Aparte del entusiasmo tenaz de los caravaqueños, ha de anotarse otro factor que ayuda al éxito: la diversidad de los veneros que afloran en esas Fuentes del Marqués que llamaremos Cultura. Digo la religión (oficial y popular), el folklore, la gastronomía, el paisaje, el espectáculo, la tradición, la historia y, sin duda, el bullidor momento actual de Caravaca.
«Hay para todos» –diría el pregonero que ha tenido la osadía de pregonar desde lo alto de un Caballo del Vino. El origen y hasta el fundamento de este año especialísimo es lo religioso. Pero, habiendo para todos, cualquiera –hablo principalmente del forastero– encontrará algo de su predilección.
—Y del Papa, ¿qué?
—¡Ay! ¡Del Papa, na!
—¿Pues no dicen que…?
—Dicen pero ca.
Esta sería la posición pesimista. Hombre, no es fácil traer al Papa. Una mano sí que podría echar –y a lo mejor la está echando– un cartagenero de su confianza como es Navarro Valls. El Papa en Caravaca sería la guinda, si puedo decirlo así. Aunque, con guinda o sin ella, lo que de seguro habrá es tortada.