García Martínez – 27 noviembre 2003
Pero este no será un chaleco de esos sin mangas con un bolsillito para el reloj, ni tampoco de lana en plan jersey. Será un chaleco bastucio, me supongo que amarillo…
—Para que reflecte.
— ¡Hombre! ¿Cómo lo sabe usted?
—Pues porque yo les tengo tomada la medida.
— ¿A quiénes?
— ¿A quiénes ha de ser? A la tropa política. Primero fue la ITV, después los triángulos de señalización y ahora el chaleco amarillo, como el submarino.
Bien mirado es oportuno que se tomen todas las medidas posibles para que no haya accidentes. La revisión o ITV es buena, porque te asegura que el vehículo está en condiciones de circular. También son oportunos los triángulos, pues ya sabe usted que más de uno y más de dos han sido vilmente arrollados cuando tuvieron que pararse por avería. Y el chaleco, pues lo mismo. Sin duda resulta más llamativo que una pelliza de esas marrones.
Lo que sucede es que siempre pagan justos por pecadores. Quienes pasan la ITV son aquellos que suelen tener su coche en buenas condiciones. Los que van por ahí con cacharros que están ya mecánicamente muertos, no se arriman por allí. Y con los chalecos también habrá escaqueo. Únicamente se echará mano al bolsillo la gente de orden.
La autoridad nos obliga a todas estas coñas que cuestan dinero, pero esa misma autoridad consiente que cada uno haga de su capa un sayo. De manera que siempre pagan los mismos. Lo corriente es que te dé un trastazo un coche sin seguro, que ciertos vehículos no puedan circular a más de veinte (y, sin embargo, circulan), que no gasten triángulos y que, ahora, prescindan del chaleco.
Y esto es lo que no puede ser, por injusto. Si esa autoridad que digo exige lo que exige, que sea a todos. Y a quien no lo cumpla, leña. Porque si no somos mayoría bastante quienes acatemos las medidas para humanizar el tráfico, de nada servirá que haya norma.
Aparte de que, como sigan obligándonos a comprar cosas, se nos llenará el maletero de cachivaches y habrá que llevar el equipaje sobre los asientos.
Y todo esto sin contar el tema, siempre lamentable, de las comisiones. O sea, algún primo, sobrino y tal que ponga el cazo y se lo llenen. Yo me entiendo.