García Martínez – 27 enero 2004
Qué diferente el conseller en cap, tan a lo suyo, de este ceheginero viejo que hoy traigo a colación. Se puso nuestro hombre –tan mal como está de la vista y todo– a escribir una loa al vino, pues, bien tomado, como pedía Cervantes, resulta ser fuente de muchos beneficios. ¿Y cómo dirá usted que acabó? Ni más ni menos que pergeñando una loa a la entera Andalucía.
A sus ochenta años, Antonio Sánchez Jiménez, libre como está –así lo dice él mismo– de vanidades, no pretende que publiquemos aquí su trabajo. Pero sí le agradaría dejar constancia de un sucedido. (El conseller en cap debería aprender esta sencilla lección de cordialidad murciano–andaluza).
Viendo que su trabajo había quedado digno, Antonio lo mandó al Ayuntamiento de Sevilla. Pues, nada, bien. Vaya usted a saber lo que harán con el escrito. Misión cumplida, asunto olvidado. Hasta que nuestro hombre en Cehegín recibe una atenta carta –como se suele decir– de don Gerardo Quintana, gerente de Turismo de Sevilla. En ella le hace saber que «desde lo más profundo de mis sentimientos, le felicito por su loa a nuestra tierra. Con su permiso, difundiré la misma para que seamos optimistas y pensemos que, en un mundo de catástrofes, todavía existen hombres buenos y sensibles».
Alguien me dirá que quizás esta historia sea, no sé, un tanto infantil. Claro, comparada con las historias adultas que nos trae cada día la actualidad, desde luego que sí. Una historia infantil. Lo acepto siempre que no olvidemos que los niños suelen lucir el corazón más limpio que sus mayores. Y luego tenemos, como otro mérito, que este cuento verdadero pudiera aprovecharle al conseller en cap, que pretende una Cataluña triste y sola. Sólo por eso, el cuentecillo ya estaría más que justificado.
—¿Y no puede usted ponernos algo de lo que dice el de Cehegín?
Claro, buen hombre. Aquí estamos para servir al cliente.
Dice: «¿A qué huele el vino? A lo que la imaginación del que huele pueda llegar. A hierbabuena, tomillo, romero. A Sierra Morena con los Heredia. A Serranía de Ronda con sus Curros Jiménez. A Ronda con su Tajo, ¡coño! A los contrabandistas del Campo de Gibraltar». Y así, hasta completar una loa de buena vecindad. Como tiene que ser.