García Martínez – 19 marzo 2004
Eso mismo digo yo. «¡Ay, San José, San José, quien te ha visto y quien te ve!». ¡Qué lástima de festividad! Este San José de ahora ya no es el de antes.
—¿Se refiere a San José Obrero?
No, por favor. Me refiero al de hoy, al genuino. ¿Es que usted no sabe, por joven, lo que pasó con San José Obrero? Se lo diré. Al principio, Franco lo superpuso al Primero de Mayo, para quitarle hierro obrerista a esa festividad, llamándolo San José Artesano.
Sólo después de varios años de paz consintió en que se le dijera San José Obrero. En ambos casos, los Coros y Danzas iban a cantar y a bailar al Valle. Mientras, en la Glorieta, se manifestaba el rojerío, bien que con disimulo. Era una concentración –sin móviles– de sólo dos: el bueno del doctor Zarandieta y el poeta Andrés Salom. Siempre habrá adelantados que asuman los riesgos. Echarse a la calle ahora carece de mérito.
Lo que todavía no se ha dicho –y lo va a decir un servidor, que por algo se llama Pepe– es que esto de los San Joseses Artesano y Obrero le sentó muy mal al verdadero San José, esposo de la Virgen y padre del Niño Jesús. Lo veo comprensible. Finalmente, con la demo, se le ha reconocido como el auténtico San José, gracias sean dadas a su Hijo.
Pero, con todas esas peplas, el San José de pata negra quedó tocado del ala. En otro tiempo, su fiesta era el no va más de las fiestas. Ese día circulaban las tortadas, que era un encanto verlas por doquier, de la confitería al domicilio. Había casi más tortadas que peatones. A los chiquillos de la postguerra nos gustaba untar el dedo en el merengue y chupárnoslo luego. La tortada de San José fue para nosotros lo que hoy son los juegos esos electrónicos para los chavales.
Y luego estaban los discos dedicados de Radio Andorra, emisora del Principado de Andorra. Miles de dedicatorias en torno a Juanito Valderrama y su Emigrante. (Tiempo después supe, para mi estupor, que la dicha radio era propiedad de Serrano Súñer. Pero, bien mirado, eso ni quita ni pone).
Todo eso se acabó. Por culpa del Artesano y del Obrero (o sea, del Caudillo), pero también porque los zagalicos empezaron a llamarse, en lugar de Pepe, como todo el mundo, Héctor Domingo, Roberto Carlos y hasta Kevin Costner.