García Martínez – 18 junio 2004
La cárcel anda el hombre, en estos tiempos de cansera murciana, del coro al caño y del caño al coro. El coro somos nosotros, los de la tierra seca y rugosa: el caño, Madriz, digo el Gobierno.
Corren malos tiempos. Ya nos advierten los ecologistas –los mismos que se oponen al Trasvase– que Murcia figura entre las siete provincias que padecen una erosión del noventa por ciento.
Ayer tuve ocasión de escuchar al Presidente murciano, en el programa de Antonio Jiménez, de RNE. Y lo explicó muy bien. Para quien quiera y sepa entenderlo, claro. Vino a decir que los de aquí abajo no queremos despojar a nadie cuando pedimos una sed de agua. Explicó que Murcia está a favor de que se arreglen los problemas de Rioja y Navarra, así como los de Aragón, en lo que se refiere a riegos y abastecimientos. Que discurra por el Ebro caudal suficiente para que el mar no le coma terreno al delta. Y que se mande agua a Cataluña. Después de todo eso y algo más, el río seguirá arrojando al Mediterráneo muchos, muchos hectómetros.
Dicho lo anterior, Valcárcel pide que una parte de lo que se desperdicia venga a Valencia, Murcia y Almería. Es decir, agua para todos sin daño para nadie. No es la cuadratura del círculo, sino algo de sentido común que se cae por su peso. Pero, como digo, hay que tener predisposición para aceptarlo.
Tan amigo que es del consenso, Zapatero debería haber procurado mediar para que a los falsos dueños del Ebro les entre en la cabeza que puede haber solidaridad con el sur, sin que ellos se perjudiquen ni un tanto así. Podría el abanderado del talante haber intentado quitarle al conflicto lo peor que este padece: la visceralidad tipo Labordeta, por poner el ejemplo más chungo.
El murciano medio –o sea, el murciano– se hace este planteamiento: echamos el agua dulce del Ebro al mar para convertirla en salada. Muy bien. Y luego la retomamos del mismo mar, unos kilómetros más abajo, para quitarle la sal. Cojonudo. Esa es nuestra canción triste de Trapería Street: «Agua dulse, agua salá…»
(Dejo en blanco lo de abajo para que el buen lector escriba lo que quiera).