García Martínez – 11 enero 2005
Sin haberse repuesto aún de los rigores de la vacación, los tertulianos andaban ayer a vueltas con la estrategia.
-Entiendo.
Pare, pare, el lector, que no he terminado de enunciar. No debatían ellos acerca de la estrategia en general, sino de la particular estrategia de Rodríguez Zapatero. De un tiempo a esta parte vienen diciendo algunos que el Presidente carece de estrategia, en el sentido de que no sabe qué decisiones va a tomar a medio (e incluso a corto) plazo.
Otros, en cambio, consideran que su política es la correcta y la comparan con la que denominan política exagerada y en exceso contundente del PP. Los diversos juicios dependen, por desgracia, de cuál sea el partido que tiene las simpatías o la antipatías de cada uno. Digo desgraciadamente, porque esas actitudes tan partidarias ensucian la mínima objetividad que debería dársele al ciudadano. La partitocracia es, sin duda, una gran rémora para la democracia.
Esta es la disputa: si Zapatero está haciendo lo que conviene hacer. Y, sobre todo, a la hora de lidiar ese toro tan peligroso que es el Plan Ibarretxe.
Hay que decir que la gente es sensible. Y en estos últimos días, desde que se aprobó el Plan por el Parlamento vasco, muchos ciudadanos andan preocupados. Aunque no lo manifiesten.
Hay como una sombra que nos acompaña y oscurece lo cotidiano, porque el problema, como se ha dicho, es el más grave que se le ha planteado a nuestra democracia desde el golpe de Estado.
Al pueblo -o eso me creo yo- le repatea tener que añadir a las preocupaciones de cada día -poner la mesa, ir a la escuela, pagar la hipoteca del piso- una inquietud como la que genera ese intento de secesión vasca. Bastantes peplas hemos tenido que solventar a lo largo de nuestra Historia más reciente. Sería de estúpidos caer otra vez en lo mismo o parecido.
Todo esto no tiene nada que ver, pero hay que reseñarlo, con lo de Moratinos. Aquí sí que está clara la estrategia: el Atlético de Madrid no debe invitarlo nunca jamás al palco del Calderón. Todos vimos cómo lucía una bufanda blanca y roja. Y todos vimos cómo el Atlético perdía el partido.
-Por cierto, uno de los mejores que ha jugado en su larga vida.