García Martínez – 23 enero 2005
No me gusta un pelo cómo se está poniendo la controversia últimamente. Es verdad que, más o menos, la mitad de los vascos y vascas no quieren ser libres asociados, sino que les apetece seguir como hasta ahora.
Esta es una baza del Gobierno estatal, porque, en fin, si la mayoría de los que quieren separarse -y que no dejarían de tratarnos amablemente- fuera algún día del noventa y cinco por ciento, ya me dirás tú. Cuando menos pondrían a los que gobiernan desde Madrid en un compromiso.
-Ya, pero esa es una hipótesis que no se cumplirá nunca.
Bueno, bueno, eso está por ver. Dejemos el País Vasco y pongámonos en otra región. La nuestra.
-¿Esta de aquí de Murcia?
Pues sí. Imaginemos que se nos plantea un problema parecido al de allá arriba. Llámale cantón o como quieras llamarlo. Estamos en idénticas mitad y mitad. Bueno, excepto en Cartagena, donde, por circunstancias, siempre habrá más cantonalistas que en el resto de la provincia.
-Eso está bien observado.
Hombre. A mí no se me escapa ni una. ¿Por qué se cree usted, si no, que estoy a punto de ingresar en la Academia?
-¿Qué Academia?
Una que le decían Academia Almi, donde te enseñan contabilidad y otras cosas.
Entonces, los medios, como están agilipollados, empieza a dar la tabarra con el Cantón murciano. Todos los días con lo mismo, aparte de lo del agua. Y como al personal le han calentado tanto la cabeza, a cualquiera que le preguntes -de los no cantonalistas- que si quieren cantonarse de España, un poco por frivolidad, un poco por cachondeo, te responderán: «¿Y por qué no? ¿Hala, vale, apúntame».
Es lo mismo que pasa con la lotería. El vendedor llega y porfía incansablemente contigo. Tú le dices que no una y mil veces. Pero, como el ser humano es tan voluble, al final compras un décimo. Así de simple.
Total que, a lo último, el separatista, a lo tonto a lo tonto, alcanza una mayoría muy, pero que muy cualificada. Vamos, pues, amadísimos hermanos, a ser más serios y prudentes, no sea que que tengamos luego que lamentarnos.