García Martínez – 31 enero 2005
Voy contar una historia verdadera, con el fin de que el lector aprecie hasta qué punto se detestan.
Estoy hablando de los políticos.
-¿Pues sí que lleva usted unos días graciosos! Debe de ser del frío. A ver si cambia el tercio.
Mire: yo no elijo los temas, son ellos los que me eligen a mí. A veces se me aparecen las cuestiones en mitad de la noche, perturbándome. Son los gajes de este puto oficio.
El asunto al que voy a aludir se refiere, como he dicho, a lo poco que se quieren los políticos. Y menos aún los que militan dentro del mismo partido.
Pues, nada, esto fue que, el otro día, cuando la gripe se puso de lo más cachonda, uno del PSOE este nuestro -digo de aquí de Murcia- le echaba en cara al presidente Valcárcel que no se acercase a los hospitales a saludar y estar con los enfermos.
Esta exigencia esconde muy mala leche. Pues lo que en el fondo se busca -lo diré claramente- es que Valcárcel pille la gripe. Esto no hay quien lo mueva, por mucho que me digan que si tal y que si cual.
¿En qué me baso? Los griposos internados no tienen ganas de ver a nadie. Ni siquiera de verse a sí mismos. Están allí con la fiebre, expulsando (como se suele decir) y, en ese estado, no agradecen ni la visita de los familiares. Porque, además, lo que hacemos los familiares es pasarnos el tiempo en la cafetería, comiendo bocadillos de magra y tostadas con pringue. El paciente se cabrea y con razón. No por nada, sino porque él no puede hacer lo mismo.
-Los familiares -se me queja un enfermo- ponen la excusa de que hay que comprar agua mineral con tal de bajarse al bar. Y, a veces, hasta se les olvida traer el agua.
Por lo tanto, no nos engañemos. El que soporta una gripe no está para músicas. Y la presencia allí de Valcárcel no le resuelve nada. Fíjate tú, el Presidente, de cama en cama y, detrás de él -o en los flancos-, los escoltas, Antonio con su protocolo y la autoridad sanitaria (que no quiere dejarlo solo por nada del mundo). Se forma allí una patulea que por nadie pase.
Y lo que sucede, al final, es que Valcárcel agarra una gripe de padre y muy señor mío, sólo para que disfrute la oposición, tan desleal esta vez.