García Martínez – 14 Febrero 2005
Esto fue que, yendo por la calle, me paró un señor con unos papeles en la mano. Fue, desde luego, sin comerlo, ni beberlo. Quiero decir que no acudí yo a él, sino que él acudió a mí. Uno iba pensando en sus cosas -y también en las de los demás, no creas-, sin meterse con nadie. Y un hombre me abordó. Quede eso claro.
Me contó este señor que digo algo sobre una iniciativa legislativa de cara al Parlamento, acerca de lo relativo a los matrimonios y a las adopciones, en fin, esas cosas. Me explicó también que andaban reuniendo firmas sobre el particular y que llevaban ya no sé cuantísimas.
Esta persona que digo mostróse amable. Esperaba, sí, que yo añadiera mi firma a esas otras. Hasta que le dije que no tenía claro el tema y que por lo tanto, en esta ocasión, me iba a abstener. Eso fue lo que le respondí. ¿O es que no puede uno responder lo que considere conveniente? ¿O es que por fuerza hay que firmar lo que otro que te encuentra por la acera desea que firmes? ¿Acaso no me proteger a mí la Constitución?
-¿Cuál de las dos?
Las dos a la vez.
-¿Pero por qué se pone usted así?
Pues me pongo porque este caballero de mi historia, en diciéndole yo muy amablemente que no tenía claro el asunto, torció el gesto, me dio el culo y se fue sin tan siquiera despedirse.
Hombre, por favor. Vamos a ver si nos entra en la cabeza lo que verdaderamente es la democracia. Se trata de un sistema donde las formas son muy importantes. Porque la tolerancia y el ejercicio responsable de la libertad requieren buenos modales.
Si a usted se le permite ir por la calle parando a la gente, sin que venga un guardia y lo meta en la prevención, tendrá que aceptar que aquel a quien, en definitiva, perturba le rechace -incluso cordialmente y como no queriendo molestar- la proposición que se le formula. Y tanto si firma como si no, hay que dar las gracias por el tiempo que le ha hecho perder al pagano.
No hay que poner mala cara, señor mío, ni darse la media vuelta y salir cortando sin decir adiós. A ver si nos vamos enterando. Pues parece que, para algunos, no ha pasado ya medio siglo. Una iniciativa legislativa no se le saca al pueblo a pescozones, tío maleducado.