García Martínez – 18 Febrero 2005
Me gustaría a mí saber qué es lo que hemos hecho de malo los de aquí de Murcia, para que se nos anuncien no ya las siete, sino las siete mil plagas. Las de Egipto son una broma en comparación con las que se nos van a venir encima.
No es fácil entender que todo lo malo que se pronostica para la Humanidad recaiga principalmente en esta zona que habitamos nosotros. En un informe de los expertos sobre el futuro de este planeta -y en el que, de algún modo, asoma la oreja de nuestra amiga Narbona- viene a concluirse que, más bien pronto, el mundo se irá a tomar por saco. Debido ello a que las emisiones de gases contaminantes van a dar lugar a una hecatombe de muy grandes proporciones.
Pero a los de Murcia no nos cabe ni siquiera la pedrea del mal de muchos, consuelo tontos. Pues todo indica que la parte más afectada será La Manga del Mar Menor. Dicen que, como consecuencia del deshielo en los polos, las aguas marinas se la zamparan entera, sin dejar grano sobre grano de arena.
-¿Es que no sabe usted lo del delta del Ebro?
Algo sé. También el delta se verá tocado, pero allí vive menos gente. De todas formas, ya que lo dice el lector, quizás pudiéramos llegar a un entendimiento hasta ahora imposible entre aragoneses y murcianos. Con el visto bueno, desde luego, de la Ministra.
Si, como se presagia, dentro de cien años estaremos todos inundados, ¿quién nos impide echar ya mismo por la calle de en medio? Comoquiera que, de perdidos, al río, aprovechemos este siglo que nos queda y hagamos el trasvase del Ebro. Ya que, de todas maneras, no tenemos futuro -digo futuro relativamente largo- dilapidemos hoy lo que, a la fuerza, nos arrebatará Naturaleza mañana.
Si se construye el Trasvase, los de Aragón recibirán sus buenas pelas desde los bolsillos de los regantes, más otras compensaciones que son muy sustanciosas. Los de Murcia pondremos en producción hasta el más improductivo palmo de tierra, y llenaremos el mundo -incluida Zaragoza- con nuestras exquisitas producciones agrarias.
Como casi todo serían excedentes, podríamos abastecer de melocotones gratis a los países pobres. Y conformaríamos así un mundo feliz. Mientras durase, claro.