García Martínez – 20 Febrero 2005
Antiguamente, la cosa esta de los desfiles de modelos sólo salía en el NO-DO. (Se trataba de un noticiario cinematográfico que Franco nos endilgaba en el cine antes de empezar la película. Era de inserción obligatoria, como se suele decir. Pero los chiquillos aprovechábamos esos diez minutos para comprar pipas y chufas en el quiosco de enfrente).
-Permítame la curiosidad. ¿A usted cómo le gustaban más las chufas, secas o húmedas?
¿Hombre! Me pone usted en un aprieto. En realidad, las secas estaban más dulces, pero, por su propia sequedad, se te iban por lo vedado, o sea por la tráquea, a ver si me comprende.
Decía que los desfiles de modelos no se veían nunca por la tele. Hay una razón principalísima. Y es que no existía la tele. Pero, bueno, la cosa es que no nos frecuentaban las modelos como ahora, que las tenemos hasta la sopa. Que si la Cibeles, que si la Gaudí, que si Versace, que si Emidio…
-Esto también es curioso. Antes, la persona se llamaba Emilio, como Emilio Ortuño, torero conocido como el Jumillano.
La gente es que no sabe ya qué hacer para llamar la atención. Hoy en día nadie quiere que le digan Pepe.
-Ni Catalina.
Bueno, Catalina aún menos.
– ¿Y Fulgencia?
¿Hala! Como mi madre. Nada, nada. Negativo, que dice la Guardia Civil.
Pero vamos, por fin, a lo que vamos. Actualmente, la tele nos trae desfiles de moda por un tubo. No hay día en que, con la excusa del cierre cultural, no te los coloquen en el telediario.
Yo, estos desfiles no los entiendo. Me dices los pasionarios y, bien, vale. Pero, claro, una y otra vez andando como andan esas chicas por la pasarela -que hasta parece que las hubieran elegido-, con esa forma extraña de andar. ¿Usted se ha dado cuenta de cómo andan?
No son unos andares naturales, sino que van así como si dijeras: «Pisa, morena, pisa con garbo, que un relicario…» Pero, claro, siendo tantas, yo no estoy en condiciones de hacerle a cada una un relicario. Van, las pobrecitas, tensas, que se te vienen encima como si fuera la caballería. Un día sí y el otro también. A la hora de comer y de cenar. Pisa, pisa, pisa, pisa… ¿Qué horror!