García Martínez – 12 marzo 2005
En un país como este nuestro, donde casi todo en la vida política se queda en bla, bla,bla, Pilar Manjón dio un tremendo golpe de efecto. Cuando, como representante de las víctimas del 11-M, compareció en la comisión famosa, desmanteló con un breve y sencillo discurso el tinglado en el que los políticos hacían ejercicios más o menos circenses. Pues, incluso allí, en una comisión que se pretendía limpia y ecuánime, estaba mandando el partidismo de siempre.
Después de eso, la señora Manjón alcanzó un gran prestigio. Los propios políticos, avergonzados, tuvieron que darle la razón, de tan evidente como fue la denuncia. Desde entonces, esta mujer ha permanecido en la cornisa de la actualidad. Y más ahora, cuando se cumple el primer aniversario de la terrible y cruel matanza.
Hasta ha publicado -¿tan pronto?- un libro, según he podido ver en los escaparates. Y ha recibido galardones en homenaje a las víctimas.
Lo diré clara y crudamente: todo esto me da miedo. El sistema es muy zorro, muy desvergonzado, y cuando alguien se atreve a erosionarlo, lo primero que procura es engullirse a ese/esa que se permitió ponerle la mano encima. Aunque fuese sólo para darle un ligero arañazo. Más aún si el asunto levantó la polvareda que levantó en su día.
Digo que me da miedo porque es muy difícil sustraerse a las zalemas y cariños del poder (que reside en el Gobierno pero también en la oposición). Hay que tener redaños -fuerza de voluntad, como la llaman- para salir corriendo cuando, sibilinamente, te vienen a ofrecer el oro y el moro.
No sé, estoy viendo a la señora en los medios, de acá para allá, con unos y con otros, las cámaras, las luces, el escenario… y la verdad es que se echa uno a temblar. Quiero suponer que todavía quedan en el mundo personas que no se someten al dictado partidario (e incluso sindical), por más que los de arriba les hagan sitio en su banco, que es el de los privilegiados.
Si Pilar Manjón se atiene con firmeza al discurso primero, aquel que ruborizó por unos instantes a los comisionados, podrá decir no al Demonio cuando se le aparezca para tentarla. El cilicio que lleva puesto desde la tragedia aquella le ayudará a resistirse.