García Martínez – 14 marzo 2005
Los carriles de la Huerta de Murcia son la asignatura pendiente del Ayuntamiento casi, casi desde que se constituyó como tal. En otro tiempo, la Huerta lo era verdaderamente, no como ahora, que está llena de ladrillo y cemento. Por entonces, limón, naranjas y hortalizas eran rentables y de ello vivieron los huertanos de profesión. Ya sólo queda un poco de Huerta en el Bando que desfila cada año en las Fiestas de Primavera.
Aunque sobre el papel lo prohibía, la autoridad consintió que se edificaran casas y más casas. Cuando llegaban las elecciones, esa misma autoridad amnistiaba a quienes habían construido sin licencia. Y, así, a golpe de palustre, la Huerta ha dejado de ser. En parte, porque los bancales de antaño, cada vez más divididos, cada vez más pequeños, ya no daban ni para una tapa. Y en parte, porque resultaba más barato hacerse una vivienda en la parcela heredada que comprar un piso en la capital. Como no hay mal que por bien no venga, quienes ahora viven en la Huerta disfrutan de un entorno privilegiado, gracias a lo verde que todavía queda.
Pero es que no se levantaron sólo casitas, sino industrias. Y esto ya es más jodido, porque a esas naves llegan (y de esas naves salen) camiones de gran tonelaje que prácticamente no caben en los viejos carriles. Pobres caminos, tan apropiados para pasearlos, sobre todo cuando el azahar dice aquí estoy.
La Huerta se ha urbanizado, pero sólo de bancal para adentro. Los carriles siguen siendo los mismos de cuando Vicente Medina. Lo único que se ha hecho con ellos es ir echando sutiles capas de asfalto. Pero carecen de todo lo que podría configurarlos como calles, que es lo que en realidad son.
Cuando llueve una miaja, los carriles son ríos. Su propia deficiencia y el tráfico constante de coches y camiones provocan desniveles peligrosos, socavones e incontables hoyos. Como en la mayoría de los casos no hay aceras, los peatones las pasan moradas.
El desastre es total. Y, que se sepa, el Ayuntamiento no dispone de ansias para encarar el problema en toda su complejidad. Cada día que pasa, el carril sufre y sufre más, pero todo lo que se hace es ponerle tiritas, mientras que es cirugía a corazón abierto lo que requiere.
-¿Tu Huerta no tiene igual?