García Martínez – 18 marzo 2005
Bueno, ¿qué? Por lo que a mí toca, tengo todo el día la ventana abierta. Y ya percibo, como una novedad, el sudor en la frente e incluso donde el entrenador Camacho.
Antiguamene -y no tan antiguamente- cuando, sobre todo por la noche, era preciso salir a mear al corral, se agradecía no sabe usted cómo la mejoría del tiempo. Esa tibieza que sucede al frío rigoroso, según Ortega y Gasset.
-Este Ortega y Gasset ¿tiene algo que ver con Durán y Lleida?
A mí me parece que no. Si acaso, que el uno y el otro son dos personas. O sea, cuatro en total.
Lo de aquí de Murcia -digo el clima- está empezando a ser otra cosa. Y se nota aún más después de aguantar un invierno tan perro. Pero cualquiera sabe lo que nos puede venir todavía. Quiero decir en qué cota cuajará la nieve.
Es verdad que las fiestas están ya encima. Las que se llaman santas y las de primavera. Pero tampoco olvidemos que, este año, por lo que sea, han venido anticipadas.
Antonio López Pina, que es de San Antolín y catedrático ilustre en Madrid, viaja todos los años a Murcia cuando el azahar dice aquí estoy. Pasa unas horas oliéndolo, habla con cuatro amigos y se larga. Tengo el encargo suyo de avisarle, pero no me atrevo a hacerlo todavía, no vaya a ser que venga y se lo encuentre todo en plan capullo.
-Bueno, aquí en Murcia estamos siempre en plan capullo.
Ya, pero eso es por lo del agua.
Reconozco que, en julio y agosto, cuando hasta las chicharras se cuecen, echaremos de menos los fríos padecidos. Aunque no tan fuertes, pues con esas intensidades las únicas que ganan son las petroleras. Pero es cosa muy sabida que, cuando tienes frío, añoras el calor, y a la viceversa. Tiene que ver con la condición humana, que posee la virtud de no contentarse con nada.
Me aventuraría a decir, eso sí, que lo peor ha pasado. Aquí en la zona, desde luego, pues por allá arriba no hay cuenta. Ahora mismo me acaban de llamar desde Madrid -uno que es de Espinardo, pero vive allí- para decirme que en la Corte ya han anunciado que les llega el buen estar. «Aunque -añade- corre un vientecillo serrano algo fresco».
Antes, la Primavera la anunciaba el Cortinglés, pero ya no se atreven.