García Martínez -21 marzo 2005
El festival Murcia Tres Culturas va a más. La verdad es que te quedas boquiabierto, en una Región como la nuestra, al ver el número de personas que se interesa por el suceso: sesenta mil espectadores hubo el año pasado. Es verdad que no hay que pagar, pero también sale gratis leerse un librico de las bibliotecas públicas y…
Anuncia el programa que, en esta ocasión, vendrán trescientos cincuenta artistas de veinte países, que ofrecerán cuarenta y tres actuaciones musicales. Se proyectarán unas veinte películas -según el concejal González Barnés, ya recuperado de sus peplas- y se dirán doce conferencias. Habrá, además, tres exposiciones y un curso universitario.
Para los que dicen que los festejos populares tradicionales -Bando y Entierro- son de tono menor desde la perspectiva cultural, sépase que este festival de las Tres Culturas (cristiana, hebrea y musulmana) no es, ni mucho menos, patrimonio de eruditos, sino que aprovecha a todo quisque. Igualmente, el Bando y el Entierro no son furufalla populachera, sino que llevan dentro su propia cultura a la que algunos llaman despectivamente folclórica.
Y una cosa más al respective: en el festival de las Tres Culturas hay un componente folklórico muy notable. Lo que pretendo decir es que, bien mirado, todo es cultural.
No sé si el ayuntamiento de Murcia, regido por el PP, se habrá dado cuenta de que este festival le debe de poner los dientes largos a Zapatero.
-¿Pero, hombre, por favor! ¿Qué tendrá que ver lo uno con el otro?
Pues sí, mire usted: Zapatero propone-y ha insistido ahora en la Conferencia de Madrid- un como, a ver si lo digo, matrimonio entre las principales culturas que corren por el mundo. Su idea es que, en el caso concreto de los musulmanes, esa boda contribuya a que nos conozcamos mejor y que, justo por eso -esto ya en un plano ideal-, se acabe (o disminuya notablemente) el terrorismo feroz que padecemos.
No creo que, sólo porque Zapatero sea del PSOE y Barnés del PP, se le deba dar el carpetazo a las Tres Culturas. Al revés, pues esa coincidencia da pie para que el Gobierno central -lejos de cualquier clase de celos- coja y ayude.
En fin, son divagaciones. A dispensar, pues, si alguien se ha molestado.