García Martínez -31 marzo 2005
La verdad es que he titulado en el Bando, si bien lo que pretendo decir es en el entorno del Bando. Lo que pasa es que suena mejor en el que en el entorno del. Son las miserias en las que incurrimos los periodistas para trincar la atención del distraído lector. Lo que llaman manipulación. Con la diferencia de que un servidor lo reconoce, y no como otros.
Todo el mundo dice que, este año, el Bando ha sido la repera. Aunque no sólo para lo bueno, sino que también para lo malo. Un Bando excelente como tal, más huertano que un alcacil pero, a la vez, un Bando que ha producido más basura que cuando enterraron a Zafra. Ayer a mediodía, el personal municipal, con sus máquinas y todo, nadaba en un mar -qué digo mar, océano- de botellas, plásticos, papelotes y demás familia. Principalmente en el que llaman Jardín de la Pólvora o del Salitre. Era un espectáculo. Y lo era en tal medida que muchos ciudadanos lo contemplaban con muchísimo pasmo.
Eso es algo que se puede tolerar, sabiendo como sabemos que miles de personas se echaron a la calle con ánimo de bebérselo y comérselo todo. Pero lo que ya te jode más es la cosa de la meada. Pretendía yo, por poner un ejemplo, correr la calle de Alfaro, tan céntrica, para alcanzar la Platería. Y he aquí que me topé con un zagal que meaba más que a gusto en mitad de la calle. El suceso se repitió hasta el infinito.
Mearse en las vías públicas es algo censurable. No tanto por vías, como por públicas. Pero, igual que he medio justificado la presencia de basura, a lo mejor no me queda más remedio que justificar también el hecho de mearse.
-¿Tampoco es eso, oiga!
Mire, sí que lo es. Porque si el ciudadano se baña en el río de la fiesta y no tiene dónde desaguar, ¿qué hace? No es cuestión de que reviente, con lo que cuesta hoy en día hacer un ciudadano.
Numerosos bares y mesones cerraron sus puertas, al menos por la tarde. Y, entre los que las abrieron, no todos los dueños de establecimientos permitían que el personal se aliviara en el aseo. A mí mismo, que iba de normal, me montó una bronca uno de ellos porque, después de tomarme una horchata, me pilló desaguando en su retrete.
Lleve, pues, el asunto el Ayuntamiento a uno de sus próximos plenos.