García Martínez – 9 abril 2005

Ya la hemos liado. Verás tú lo que tarda Pepe Blanco, capitoste del PSOE, en rentabilizar el asunto. Tenemos que Aznar, además de vivir en sí, ha decidido vivir también en Zaplana. De tal manera que este último vive ahora sin vivir en él, contrariamente a lo que le venía pasando.
La cosa imitativa afecta a todos los seres vivos. Por lo menos a los animales, sean o no personas humanas. Ese fenómeno que consiste en adoptar los modos y maneras del prójimo está muy generalizado, aunque se hable poco de ello. Sé de matrimonios que, de tan compenetrados, acaban pareciéndose él a ella y ella a él. Eso en lo físico, pues que en los ademanes y tics resulta mucho más fácil y, por lo mismo, frecuente.
El individuo que despierta nuestra atención más que otros -por la forma de andar, por la de expresarse, por la de mostrarse, en fin, al semejante- ejerce una influencia tremenda en quien con tantísimo interés lo observa.
Sucede incluso en la relación hombre-animal. Un pastor que pasa mucho tiempo con sus cabras termina hablando con el mismo tono que el bicho cuando bala. (Fíjese el lector en mi caso, por no ir más lejos). Igualmente, a un señor que vende máquinas de escribir se le acaba poniendo cara de máquina de escribir. Por lo general, las personas que se acompañan de perro adquieren, después de unos cuantos años, rasgos perrunos. Que se lo pregunten, si no, todo esto que digo, a don Julio Caro Baroja, que en gloria esté.
Podría seguir poniendo ejemplos, pero no hace falta. Para lo que deseo desvelar hoy aquí, me basta y me sobra con este prolegómeno, he de reconocer que un poquico largo de más.
He visto por la tele al señor Zaplana, en una rueda de prensa. Y me he llevado un susto de esos gordos. Nuestro amigo ha adoptado, no sé si conscientemente, el mismo tonillo y los mismos giros expresivos que el señor Aznar. Hasta el extremo de que, si cerraba los ojos, se me figuraba que era el ex-presidente quien respondía a las preguntas de los informadores.
No quiero que se me dé la razón como dicen que se la dan a los locos. Me gustaría que el lector comprobara esto que le cuento por sí mismo. Tocante a si eso es bueno o malo para Zaplana, la verdad es que no me aventuro a opinar.