García Martínez – 18 abril 2005
Pretendo decir «Música sin peligro de extinción», pero es que no cabe, ¡hombre, por favor! Estas son las peplas de la prensa escrita. Precisamente por eso, porque no caben los titulares, La Verdad se ha hecho multimedia (horrible palabra, hasta que se encuentre otra mejor). Al hacerse multimedia, con la tele y la radio marchando, ya puedes poner el título más largo del mundo, que cuela. Por ejemplo: «Música sin peligro de extinción, porque su autor (y en muchos casos intérprete) la ha recopilado en un disco».
Este autor (y en muchos casos intérprete) lo es José María Galiana, que ahora anda entre pucheros, montes, valles y cañadas. Quiero decir que hace periodismo gastronómico/turístico, divulgador de las bondades de su tierra, que es Murcia. Un poco lejos quedan los tiempos en que componer y cantar lo compuesto era, sobre todo, una aventura muy peligrosa. El riesgo de romperse la crisma era doble. Por un lado, podía perder caudal la vena artística. Por el otro, estaba siempre en el aire la posibilidad de que el propio Galiana tuviera que correr con los gastos. Suele pasar con los artistas, sobre todo cuando carecen de apoderado.
Estas músicas que se recogen en el nuevo cedé, ya no se extinguirán, afortunadamente. Aunque sólo sea a medio plazo, pues me han dicho que las grabaciones -aunque tan modernas- no van a durar más de veinticinco o treinta años. Otros vendrán que, llegado el momento, eviten que esta música se extinga. Y si no, palillo y flor de malva, porque aquí, por desgracia, no cuidamos demasiado de nuestras cosas.
Este disco contiene algunas de las músicas que, a mi entender, mejor le salieron al cantautor murciano. Aludo a las que se apoyan en la letra de Vicente Medina. Y, principalmente, esa canción antológica que se titula «Los pajaricos sueltos». Existe una placa de vinilo que recoge todo lo que Galiana compuso bebiendo del poeta de Archena. Está agotada y es pieza buscada por los coleccionistas.
Otras que bailan son las músicas del Entierro de la Sardina, que fueron, en sus propias palabras, las única que logró hacer por encargo. Ilustran el cortometraje «Locos por un pito», que ahora reposa -¿destruido ya?- en un armario. Pues esto y más contiene el cedé.