García Martínez – 19 abril 2005
Ya es tópico que, la noche misma en que se conocen los resultados de las elecciones, los candidatos se den todos por ganadores. Y no ya los que, como ellos dicen, se consolidan porque han obtenido los mismos escaños que en comicios anteriores. También los derrotados se ponen ante los micrófonos y las cámaras, para congratularse por lo bien que les ha ido.
Así es que la gente, que está en su casa tan a gusto, ya no les hace caso. O, bueno, sí les hace, pero sólo para reírse. Si esos políticos pudieran ver, mientras se tienen por triunfadores, cómo se juerguea, oyéndolos, el personal de a pie, se quedarían absolutamente mudos y pálidos como un cadáver.
Hay que fastidiarse cómo estuvo Ibarretxe, cuando subió el domingo por la noche al estrado, mientras lo aclamaba desde abajo una representación de sus seguidores, a quienes se les habían repartido las correspondientes ikurriñas. ¡Qué alardes! ¡Qué andanadas! Eso fue porque no nos veía la cara a los que estábamos delante de la tele.
Cuando tomaba la palabra -ora en euskera, ora en castellano- se enardecía tanto que más parecía predicador iluminado. Sin embargo, en las pausas, en los silencios que le servían para tomar aire, su rostro mostraba un desconsuelo verdaderamente patético.
Qué mal tuvo que pasarlo el buen hombre. Sólo por ese padecimiento, ya merecería que le fuese un poco mejor. Lo digo como lo siento. A mí me dio mucha pena. Encima, acababa de ver -pirateada, por supuesto- la película Descubriendo Nunca Jamás. Y, bueno, me entró una llantera tremenda. Así es que, cuando intervino Ibarretxe, yo estaba lo que se dice propenso. Con la vena sentimental a flor de piel.
Porque, claro, sale Patxi López, con el subidón que tuvo, y bien, vale, se le advierte que se exulta con sobrado fundamento. Pero ese discurso no te cala tanto, pues apenas requiere esfuerzo. Ibarretxe, en cambio, no veas. El día que consiga la mayoría absoluta, hasta puede que levite.
Tocante a quienes lo flanqueaban, Josu Jon -que no es Arzallus- andaba nerviosísimo. Jaleaba al lehendakari dando saltitos.
-¿Y la señora?
La señora de EA se estuvo quieta parada, como si fuera del PP.