García Martínez – 22 mayo 2005
Lo veo yo este un buen título. Para lo que sea. Bien para la tontada esta mía, bien para una película, bien para un drama. Circula por ahí una pieza teatral (de un suspense terrible, escrita por un tal Hamilton) que lleva por nombre no El Cable, sino La Cuerda. Y en otras ediciones, La Soga.
La trama consiste en que unos payos matan a un amigo de universidad, lo meten en un arcón de casa e invitan a los padres a cenar, usando ese mismo mueble como mesa. Genial.
Y tan tremendo como lo que acaba de pasarle a un vecino mío. Lo suyo lo titularemos El Cable. Esto fue que, por fin, se ha comprado un pecé. Se lo llevan por la mañana, se lo instalan y, por la tarde, nuestro amigo se sienta delante del pupitre con el mayor de los entusiasmos, pues se dispone a usar por primera vez el Internet.
-En la Huerta le dicen Internete.
La Huerta es la Huerta. Total, que enchufa el aparato y ve que no hay forma de entrar en el invento. Apaga y enciende, lo mismo el ordenador que el Internet (el chismecico ese negro de las lucecitas). Pero que si quieres arroz.
Al cabo de hora y media está ya de los nervios. Coge las instrucciones, pulsa un montón de teclas como se le indica, pero nada. El chisme no responde.
Debo decir que este mi vecino era poco propenso a comprarse un aparato de estos. Le costó años decidirse. Por eso lo vemos todavía más cabreado de lo que sería normal. En una segunda fase, revisa las seis o siete tomas telefónicas y, cuando ya está anocheciendo, descubre que no tiene línea. Toca y retoca, pero sin resultado. Y se dice: «Voy a llamar a la compañía». Pero ¿cómo podrá hacerlo, si tiene el teléfono muerto?
Sale entonces al exterior y ve que el cable que iba del poste a la casa ha volado. Se acerca al palo, ya en la calle, y comoquiera que hay una obra allí enfrente, mira y remira. Hasta que le dice un albañil: «Jefe, ¿busca usted el cable? Pues lo ha arrancado un camión». El del camión se dio a la fuga, claro.
-Y, mientras, Rajoy y Zapatero…
Entonces se pasó a mi domicilio para llamar. Pero no sabíamos el actual número de averías. Y eso porque, desde hace años, la compañía ya no manda los tochos aquellos que mandaba. Se largó por fin el vecino y yo lo seguí, ¿sabe usted?, no fuera a ahorcarse con el cable.