García Martínez – 11 junio 2005
Ahora que ha pasado el fragor del programa que Canal 6 dedicó a reflexionar sobre el ser de los murcianos y las esencias de Murcia, ya podemos entrar en la senda del análisis.
-¿De la misma manera que Fernando VII entró en la senda constitucional?
Pues más o menos. Lo que es un servidor, la verdad es que me llevé una sorpresa. Los dos ex-presidentes y el presidente de la Comunidad que estuvieron de presente cuerpo -para no decir de cuerpo presente- mostráronse muy satisfechos de la Murcia que tenemos ahora mismo. Y harto optimistas sobre la que podríamos tener en el futuro.
Digo que fue sorpresa porque los murcianos padecemos cierta fama de abúlicos y derrotistas (la cansera famosa). Y no. Incluso el señor Hernández Ros compartía esa opinión tan positiva del tripartito, con perdón.
-Este hombre hablaba desde el Africa misteriosa, ¿verdad usted?
Bueno, le diré: vive en Africa, donde tiene negocios, pero su imagen la tomaron en un camino de la huerta…
-De la huerta de Africa.
No, señora. De la huerta de aquí. La Huerta con mayúscula. Lo entrevistó el conductor del programa, el compañero García Cruz. Lo que pasa es que algunos carriles nuestros se pueden confundir con los carriles africanos. Este de nuestra historia viene a ser igual que uno que describe Hemingway en su novela «Las nieves del Kilimanjaro».
-Que la hicieron luego película.
Efectivamente. Entonces, como lo que importa es tener buen ánimo, el talante de nuestros ex y del presidente actual, a mí me parece de perlas. Por cierto que el bueno de Paco Rabal decía perlas en murciano, o sea pel-las, en aquella serie tan bonita de Juncal. Como verá el lector, todo va casando.
-Claro. Si, en la vida, lo que hay que hacer es proponérselo.
Esta es la cosa. Porque, en fin, si tú te topas con unos dirigentes cansinos, escépticos, malhumorados, de vuelta ya de todo, pues a nosotros, los paganos, se nos pone mal cuerpo.
El dirigente tiene que estar vivo y, si fuera posible, coleando. Conviene que permanezca en situación de permanente servicio y, si fuera necesario, sacrificio. Esto no tiene ninguna duda. Si el que está arriba se esfurria, los de abajo tenemos que darnos por esfurriados.