García Martínez – 28 junio 2005
Tenía que ocurrir tarde o temprano. Cuando una ciudad se despierta, se despereza, mira alrededor y decide tirar palante, el equipo de fútbol titular termina subiendo de categoría.
-Eso es una chorrada sin base científica ninguna.
Ya empezamos. Se nota que acabamos de salir del fin de semana y, encima, padecemos un calor que enerva. A unos, porque los pone nerviosos. A otros, porque los deja relajados de más.
Tenga o no base científica lo que digo, propongo que se eche mano de la estadística. Y si aun así no salieran las cuentas, tenga el lector mi teoría como el resultado de una intuición. ¿O es que las intuiciones no sirven?
Pregunto: ¿cuándo fue grande el Elche en lo tocante al fútbol? Pues cuando su entero término municipal estaba que se salía. La industria, el comercio, los servicios. En fin, esas cosas. Pero dejemos las lucubraciones.
Mira que anduvo mal el Lorca Deportiva. Que todo los días estaba en los medios porque los futbolistas no cobraban. Y, ahora, ¿qué? En Segunda.
-Pues Murcia…
Déjeme de historias. El Real Murcia y la ciudad que lo sustenta merecerían un artículo muy largo. Pero fíjese usted en el Madrid y en el Barcelona. ¿A que no bajan de Primera? Por algo será.
Lo de Lorca se veía venir. De un tiempo a esta parte, la Ciudad del Sol, como la llaman, está procurando ser también de la Luna y de las estrellas. No hace falta mirar los libros, ni siquiera las propagandas. El estirón lorquino es algo que se percibe. Está en el ambiente. Su progreso se nota lo mismo que se huele que, a la postre, la Región esta nuestra abandonará su etiqueta de agrícola para convertirse en residencia de extranjeros. Quieran o no los que se oponen a que tengamos campos de golf.
Para llegar a estas conclusiones no hace falta estudiar en Salamanca. No voy a poner nombre y apellidos a los méritos de Lorca. Son, en definitiva, los lorquinos -unos más y otros menos- quienes deben apuntarse el tanto de su despegue. Los blancos y los azules.
Y, si hay que concretar, lo hago simbólicamente en la persona de mi casi centenaria amiga doña Juana García Martínez, que se mantiene vivaz y vigilante, aun a pesar de los pesares