García Martínez – 29 junio 2005
Lo primero que tenemos que procurar es que no se enteren los japoneses de lo que le ha pasado en Barajas a la delegación murciana que visitó la Expo de Tokio. De ahí que la medida tomada por el Gobierno regional de hacer una protesta formal a los gerifaltes de Iberia no la vea acertada.
Eso hará que se remuevan más las aguas y que, en el lejano Japón, se enteren de lo sucedido. La autoridad debería pensárselo, en lugar de actuar movida por los impulsos. Uno comprende que lo que les hicieron en el aeropuerto madrileño -y de lo que no se libró ni el presidente Valcárcel, aunque lo metieran en la habitación de los VIPs- es una putada intolerable. Pero una vez que la han sufrido y ya la cosa no tiene remedio, divulgarla nos perjudica muchísimo más de lo que imaginamos.
Nosotros hemos ido a Japón sacando pecho. En plan aquí estamos con nuestros vinos, nuestros atunes, nuestro litoral y nuestra Gala de la Región. Hemos viajado -hay que decirlo- para presumir de lo cojonudos que somos y de lo mucho y bueno que podemos vender a los japoneses. Pero, claro, si ellos llegan a tener conocimiento de lo de Barajas, ¿cómo queda nuestro prestigio? Más por los suelos que por los aires.
Los nipones, por así llamarlos, no van a entender nunca un desastre semejante. Y se dirán: «Pero qué delegación murciana es esa que se esfurria y se sale de su propio quicio, como consecuencia de la humillación por la que le hizo pasar Iberia». Dudarán de la categoría de estos embajadores. Pensarán que somos unos mandaos y unos tuercebotas. Gentes sin importancia, al fin y a la postre.
Una buena política exige que estos incidentes queden silenciados. No tanto entre los murcianos -que nos nos extrañamos de nada- como entre esos futuros y deseados clientes.
Que se les informe, como les estamos informando, del asunto Barajas hará que los del Japón acaben sabiendo lo de Alicante-Sur. Eso ya sería gravísimo. Y menos mal que Iberia devolvió a Murcia en taxi a los miembros de la misión político-comercial. De haber hecho el regreso en el puto autobús, aún hubiera sido peor.
Hay que cuidar los detalles. Y cuando nos den pescozones -como este y como los del agua-, hacerse el tonto y mirar para otro lado.
Es más rentable