García Martínez – 01 julio 2005

Venga, callarse todos, que va a hablar el Jefe. O eso, al menos, es lo que me gustaría a mí. Y me imagino que a más gente.
Ni que decir tiene que el Jefe es Zapatero.
-Ya, pero Zapatero se expresa a través del Consejo de Ministros. Hoy, por medio de su segunda, tendrá que decirnos cuánta agua nos mandan.
Aparte de eso, no estaría de más que el Jefe, que habla de tantas otras cosas, se manifestara con su propia boquita acerca de esos periféricos que somos los murcianos. Está bien que use de su palabra, el hombre, para referirse a los gays y a las lesbianas, a los vascos (y vascas), a las víctimas del terrorismo…
-Nosotros somos, como si dijéramos, las víctimas de la sequía pertinaz.
Por eso digo. Unas palabricas del Jefe, si son favorables y cariñosas, pues, mira, nos ayudan a sobrellevar mejor el problema. Pero es que, claro, si el Jefe no nos dice que esa boca es suya, pues parece como que no existimos los de Murcia.
También hubiera sido bueno que él mismo, además de la señora Narbona, explicara con detalle su particular punto de vista sobre el trasvase del Ebro. Y tampoco sería malo que, fuera de periodo electoral, se acercase por aquí. ¿O es que no nos quiere? ¿O es que somos nosotros menos que los papeles de Salamanca?
A lo mejor, mediante el trato personal, podríamos llegar a comprendernos. El a nosotros y nosotros él. El trato, ya se sabe, acerca posturas. Aunque haya excepciones, como es el caso de los políticos socialistas y los políticos conservadores de Murcia, que -estando como están juntos, pero en desunión- no hay forma de que hagan consenso. Cada grupo está enquistado en su propia filosofía.
-¿Has dicho filosofía?
Eso he dicho. Si quiere el lector, lo retiro. A mí, como usted comprenderá, en saliendo buena la mojama, lo demás me importa menos.
Entonces, señor Zapatero, una miaja de calor humano. Usted nos habla, desde Madrid o, mejor aún, desde la misma Murcia. Nosotros le escuchamos. Y así aprendemos todos. Me supongo.
Lo que no puede ser es que lo tengamos a usted aún más lejos que a la presidenta de Islandia. Ahora que ha cerrado el Congreso, véngase pacá, guapete