García Martínez – 06 julio 2005

Lo siento por quienes lo ven todo de color de rosa, pero me resisto a no dar la voz de alarma por lo que está pasando en Murcia. Aunque sea para que no me remuerda la conciencia y poder dormir por las noches.
Jamás entró esta Región en una escalada de confusión como la que padece últimamente. Vivimos una actualidad económica y social que ya no afecta sólo a lo material, pues acabaremos, primero, deprimidos, y después, locos de atar.
Por si fuera poco la broma que nos viene gastando la meteorología, las que nos gastan los políticos son aún más escandalosas. La sequía, hoy por hoy, no tiene arreglo. Es una de esas plagas que debemos asumir porque, según se dice, las manda Dios. Ahí no tenemos nada que rascar. ¿Pero y las actuaciones de los hombres? No sólo no contribuyen a hacer menos gravoso el problema, sino que lo agrandan.
Desde el mismo día en que el Gobierno central decidió -por razones de partido- defraudar la gran esperanza de los murcianos, como era el trasvase, se inició una de las etapas más negras de nuestra historia. Nunca las relaciones entre Madrid y Murcia fueron tan desastrosas. Pocas veces la desesperanza, aquí abajo, fue tanta.
Cuando, con la mejor buena fe, el cronista se permite anotar que esta región nuestra sigue siendo La Tonta del Bote, algunos esgrimen el anatema. Se nos dice incluso que ese título no es cosa de ahora, sino de cuando Franco. Pues, mire usted, no. Lo de La Tonta del Bote nació estando ya en democracia, con motivo de una visita que Suárez, presidente del Gobierno, hizo a Murcia. En estos momentos, ya no somos La Tonta del Bote de entonces, sino siete veces más. Esto podrá parecer derrotista, pero todavía es peor cerrar temerariamente los ojos a la evidencia.
Lo del Gobierno central con Murcia es ya, lo que se dice, una con otra. No pasa día sin que, desde arriba, nos den una patada en el culo. Los políticos murcianos se pelean entre ellos, en lugar de acordar sus actuaciones a favor de su pobre y seca tierra. Todo es una contradicción gigantesca que nace de los meros intereses partidarios. Y desde la Corte aprovechan el desbarajuste para darnos a los de aquí, cada mañana, una tanda de latigazos.
Y no me salgan con el victimismo.