García Martínez – 08 julio 2005
Hombre, no! Tampoco es la primera vez que nos ganan los británicos. A nosotros y a los franceses. ¿No estamos conmemorando ahora la famosa Batalla de Trafalgar?
Sacar las cosas de su quicio no lleva a buen puerto. En esto de las Olimpiadas, los intereses son muchos, como lo fue la mies cuando aún no padecíamos de sequía. Simplificar significa errar.
Y me creo que yerran quienes, más o menos a la cara, opinan que la falta de votos americanos para nuestra candidatura olímpica, débese a que le dimos la espalda a Bush en lo referente a la guerra de Irak. El hecho de que Zapatero, una vez conocida nuestra derrota, cantara por lo bajini, bien que echando leches por un colmillo, aquello de «¿New York, New York!», no justifica la creencia de que que las culpas de lo sucedido con Madrid son achacables a la retirada española de sus tropas.
Entre la Inglaterra y España, los Estados Unidos se inclinarán siempre a favor de los ingleses, haya o no guerra de por medio, por la sencilla razón de que son más aún que primos hermanos. Pretender cargarle al PSOE el mochuelo de lo que nos ha pasado en Singapore, lo tengo por exageración.
Pero es que hay más. De haberse convocado en su momento unos comicios entre los españoles, preguntando: «¿Qué prefiere: abandonar el territorio iraquí o lograr para Madrid los Juegos Olímpicos?», no tengo la menor duda de que la opinión pública se habría decantado por lo primero. Porque, mire usted, nuestra propia dignidad nos dice que los principios han de estar siempre por encima de las conveniencias. Anteponer estas a los otros lo veo injusto, o sea torticero, como se suele decir desde que Felipe González se adueñó de la palabreja.
-Y ningunear ¿le gusta a usted?
No me gusta, no, porque suena malamente, aunque sea palabra castellana.
Si para que a Madrid le den unos Juegos Olímpicos, hay que renunciar a las convicciones morales, pues no merece la pena. Aparte de que, como digo, nuestra permanencia en la contienda, me temo yo que no haría moverse a nuestro favor las preferencias de los EE.UU.
Así, pues, abandonemos el tema, aunque sólo sea por higiene.
Tras lo de ayer en Londres, ¿tiene Alberto de Mónaco algo que decir?
-¿Vaya un tontaina!