García Martínez – 11 julio 2005
El cronista mantiene una correspondencia esporádica con doña Juana García Martínez, que es una señora de Lorca que ahora reside en Murcia. De siempre, el tono de la relación fue de lo más cordial y generoso por parte de ella. Que no en balde sigue con curiosidad las chorradas que cada mañana doy a la estampa.
Hablando hace unos días del buen momento que atraviesa Lorca, mencioné a doña Juana como acervo de la mejor tradición lorquina. Y para ensalzar aún más la admiración que le tengo, añadí su calidad de centenaria.
En mala hora lo hiciese. Pues me acaba de llegar una carta suya en la que me pone a caer de un burro. Y con razón, todo hay que decirlo. La señora, que escribe muy pulcramente en su maquinita olivetti, me rectifica y hasta me riñe: «¿Qué es eso de que soy centenaria? Y eso que es tocayo mío, y me pone ¿nada menos que catorce años de más! ¿Qué van decir en mi Lorca mis conocidos de allá? ¿Qué le he hecho yo de malo para que me trate así, después de ofrecerle mi casa como un amigo más?».
Aún me transmite más leña, que me callo para no romper la intimidad de nuestra relación.
De manera que doña Juana García Martínez, que calza ochenta y seis fructíferos años, se duele porque le he adjudicado catorce más. (La verdad es que, bien mirado, es mucho adjudicar). Pero no se queda en eso, sino que le hubiera gustado que, en lugar de anotar su edad verdadera, le hubiese quitado algún que otro añito. Y es entonces cuando reluce en doña Juana -y yo me congratulo por ello- el que llaman eterno femenino. Eso es muy bonito. Que a los ochenta y seis -cuando ya casi nadie está para nada- le apetezca que la gente la tome, pongo por caso, por una dama de sólo sesenta y tres, habla (y bien) de su carácter vitalista, que no decae. Y eso me admira y me alegra, y me hace que bese su mano y le pida mil perdones.
Puesto que algo puedo aportar en mi descargo, lo aportaré, a ver si ella lo aceptara como excusa. Cuando escribí que doña Juana era centenaria, estaba pensando en mi madre, que ya casi lo es, pues cumplió noventa y tres el día de San Juan. Quiero con ello significar que la tengo, a mi doña Juana, por persona asimilable a la mismísima madre que me parió