García Martínez – 15 julio 2005
Aquí en Murcia somos muy amigos de tirar piedras contra nuestro propio tejado. Y así nos va.
Tú montas, pongo por caso, una manifestación para pedirle agua al Gobierno central. Y entonces los partidos mayoritarios protagonizan un desacuerdo tan escandaloso -y eso porque miran más la cáscara que el gajo- y, como resultado, el PSOE se retira de la protesta.
No diré que la culpa sea de los unos o de los otros.Visto lo que está sucediendo -como, sin ir más lejos, el bochornoso espectáculo de los diputados en la Asamblea Regional-, todos son culpables. Pero, claro, lo que se consigue con eso es que, como de costumbre, Murcia no reciba nada.
Ayer mismo, en el Protagonistas de Luis del Olmo, llamó una señora de El Palmar -aterrorizada, fíjate, la pobre- porque «se riega en las casas», sabe de dos chalets donde están construyendo piscina y observa que hay charcos en la vía pública. Eso se divulga a las Españas el día en que los regantes salen a la calle para manifestarse.
En el mismo programa, uno de los tertulianos explica que él está en contra del trasvase del Ebro… por razones estratégicas. Es decir: una obra que diese agua a Cataluña y al Levante es una invitación a los terroristas para que pongan una bomba. En consecuencia, no hay que hacer ninguna mejora que pueda ser golosa para el terrorismo. Más aún, se debería prohibir que naciese más gente, ya que las personas son también objetivo de esos desalmados.
O sea, que vamos bien. Y mejor que iremos. Así es que, nada, que sea lo que Dios y Zapatero quieran. ¿Para que nos vamos a molestar, si resulta que nuestros políticos locales se matan entre ellos, dándole más cancha al partido que al interés general, y nosotros regamos las casas, malgastando el agua y, para colmo, facilitamos el trabajo de los terroristas?
De aquí se deriva que los murcianos -que somos ya pre-Polisario, pues nos disponemos a malvivir en un desierto de arena, pena-, estamos poniendo en peligro a todas las naciones que componen lo que se llama España.
-Lo veo a usted poco optimista.
Puede ser. Pero es que, en fin, a uno le entra complejo de criminal desestabilizador de la unidad de destino en lo universal.