García Martínez – 18 julio 2005
Este verano, las moscas, por lo que sea, no vienen surtidas. Quiero decir que no hay de varios tamaños, como otras veces. O son muy gordas (el moscardón, que se llama) o muy menudas. Estas últimas muestran un comportamiento francamente lamentable. Se conoce que son cojoneras, de tal forma que no paran de dar el tostón.
Resulta evidente que, si las moscas te perturban más que nunca, es porque hace una calor de aquí te espero y porque no hay visos de que nos vayan a dar agua. El verano se nos presenta feo a los de aquí de Murcia.
Dicen los expertos que, cuando la calor aprieta, el humor se le pone agrio a la persona, pues se vuelve susceptible en demasía. Si el arroz y conejo sale un un poco duro, se arma la de Dios. Y lo mismo, si sale un poco blando. Mire usted, con el arroz nunca se sabe. Hay que ser tolerantes. Pero, claro, si te agobia la calor, no hay tolerancia ninguna.
-Lo veo comprensible.
No, si yo no le digo a usted que no. Sólo que esto pasa en invierno, con su frío y sin las moscas, y todo se soporta mejor. Hay más manga ancha.
Entonces, en aras de la convivencia, conviene llevar cuidado. No vaya a ser que por la tontería del arroz tengas una trifulca con la parienta. No merece la pena. Muchos hogares se vienen abajo por esas tontadas. Y de eso no están libres ni siquiera los matrimonios de homosexuales.
Yo comprendo que, cuando una mosca de estas pequeña dice de joder, se te ponen los nervios de punta. Además, son difíciles de cazar. Como no tienen tamaño, siempre das con la palmeta al lado de donde ella se para, con lo que al final te quedas condolido y con moscas. La moscarda, aunque más asquerosa, tiene menos problema: la puedes liquidar a pescozones, por mucha que sea la presbicia que padezcas.
-Por lo que le voy leyendo, usted tampoco tiene la cabeza muy buena.
No la tengo, no. Yo mismo me he dado cuenta. Es que servidor también es humano. Y sufre la calor y las moscas -esas pequeñas, ya digo- de la misma manera que los individuos que tenemos por normales.
Procuremos, mis queridos hermanos, convivir pacíficamente con la calor, las moscas y la sequía. Que tampoco esto es la fin del mundo