García Martínez – 22 julio 2005
Comoquiera que a uno le pagan por pensar, este cronista, siquiera una vez al año, ha de ponerse a ello. No es fácil porque eso supone menear las neuronas. Y la falta de costumbre de menearlas hace casi imposible que se despierten (digo las neuronas).
Como resultado de esta reflexión mía anual, surge el comentario que leerá el lector seguidamente. Si es que continúa leyendo, que esa es otra.
-Hombre. Como la crónica es corta, tampoco se hace muy cuesta arriba.
Gracias, jefe. Pues, si estamos un poco al loro, advertiremos que, nada más terminar de hablar con Valcárcel, el presidente Zapatero cogió el portante y ya lo tenemos en la China legendaria.
-Allí te hacen por cuatro perras un masaje de pies que te deja nuevo.
Ya lo sé. Y, además, te dan un vasito de té, mientras te trajinan. Pero no deseo hablar de eso, sino que las oscuras razones que han movido a Zapatero a irse a la China, inmediatamente después de intercambiar teorías con el Presidente murciano. Que se sepa, tras recibir a Carod Rovira, o a Maragall, o a Ibarreche, el dicho Zapatero se quedó donde estaba, o sea en Moncloa.
-No le veo mucho fundamento a eso que dice usted.
Espere a que le dé todos los datos. A mí no me hubiese llamado la atención el viaje chino, si no fuera porque, no muchos días antes, Valcárcel se fue al Japón. ¿Qué me dice ahora el lector? ¿Hay o no hay motivo para lucubrar? Es que, claro, es mucha casualidad. No es lo mismo: tú a Boston y yo a California, que: tú a la China y yo al Japón. Esto no hay quien lo mueva.
-Y lo de Rubalcaba…
¿Pare, pare! Hoy no toca Rubalcaba. Ahora estamos en lo que estamos.
Boston y California pertenecen al mismo país, bien que federado. No se oponen el uno a la otra. Sin embargo, Japón y China andan más o menos a la greña. Todo lo cual mueve a suponer que se detecta alguna que otra intencionalidad en los desplazamientos.
De ser como digo (y así lo sospecho), pronto llegaremos a la conclusión de que el asunto del agua se ha internacionalizado/globalizado. En este sentido, lo del Ródano francés no deja de ser peccata minuta.
Medítelo con sosiego el buen lector. Y, si encuentra algo mejor, dígamelo