García Martínez – 24 julio 2005
En la Murcia capitalina no hay mosquitos. Bueno, tampoco quiero ser muy tajante. Digamos que este verano no se ha producido la invasión de otros años. Yo mismo estuve mirando la otra tarde a un señor que pescaba, allí a la orillica, delante de donde el Delegado del Gobierno, y ni una sola vez se dio pescozones a sí mismo.
-Es un síntoma convincente.
Gracias, hombre. Entonces, ¿qué ha pasado? Unos dirán que no han nacido. Otros, que los han liquidado. Yo apostaba por unos y por otros, pero me acaba de llegar una noticia tremenda: los mosquitos de Murcia han emigrado.
-¿Pues vayan con Dios!
¿Qué leche vayan con Dios? Es que no han emigrado a Zaragoza, pongo por caso, sino a La Manga. Sobre todo a la parte de Veneziola, según me cuentan. Son mosquitos de esos criminales, que parece que estuvieran a sueldo de la Hermandad de Donantes de Sangre. Da pena, sobre todo, ver a las criaturicas llenas de picotazos. La carne nueva se conoce que les va más que la mojama. A los viejos nos pican y dan en tosca, pues no hay aguijón que pueda superar la barrera de la piel curtida y reseca por el paso del tiempo.
-Hay que ponerse aloe.
Ya. Pues la cosa es tan gorda, que sé de una familia que ha tenido que hacer de nuevo las maletas y volverse a Los Alcázares. No porque vayan buscando una playa menos picada, sino porque viven allí de contino. Por lo visto, en Los Alcázares no se ven bichos de estos.
-Eso debe de ser por el humo de asar las morcillas, ahora que celebran la Semana de la Huerta.
Pues no sé. A lo mejor si estos amigos míos asaran morcillas en La Manga, otro gallo les cantara.
Los mosquitos es que son muy suyos, ¿sabe usted? A mí los que más me joden son los trompeteros, que además de chupar hacen ruido. Al menos Drácula suele presentarse el buen hombre con mucho más sigilo.
Claro, ¿cómo le hincas una estaca en el alto vientre a un mosquito? Es casi imposible. No digo que no se hayan dado casos entre gente muy mañosa, que la hay. Pero, desde luego, la estaca no sirve. Tiene que ser un alfiler o un arma todavía más pequeña.
En fin, que cuando no es aquí es allá. Y así vamos malviviendo