García Martínez – 01 agosto 2005
Aunque suene parecido, no es lo mismo decir la sombrilla de Juan Jódar que la hija de Juan Simón. Esto me gusta dejarlo aclarado antes de seguir delante. Por lo que toca a los apellidos, Juan Jódar Periago se destapa más lorquino que un azul.
-O que un blanco.
¿Síiiiii…! Sabía que alguno iba a piarlas. Ignoro si Juan es blanco o azul, pero la cosa es que ha inventado un artilugio que, con lo que está cayendo, nos viene como anillo al dedo.
Hablamos de una sombrilla que, por pitos o por flautas, te quita mucho más sol que las conocidas hasta ahora. Dice Juan que la suya, en comparación con las convencionales, puede bajar la temperatura ambiente incluso en diez grados centígrados.
-Muchos grados son.
Si empezamos así, no sigo. Seguro que, de ser Juan azul, quien de ese modo habla es blanco. Y a la viceversa. Pero lo de los diez grados se puede comprobar. Y con que fueran tres, ya me daba yo con un canto en los dientes.
Este invento viene a ser, como casi todos, el huevo de Colón. A la sombrilla normal le añades otra por encima y, con la cámara de aire que se produce entrambas, consigues rebajar la caló que hace. No es como las desalinizadoras, que no te garantizan la calidad del agua, contaminan el ambiente y asesinan la poseidonia.
Los inventores son tremendos. Cuando una necesidad acucia -en este caso la de no morirse achicharrado- ponen las neuronas a trabajar y dan a luz algo que ayuda a la Humanidad a seguir tirando. Según he leído aquí mismo en La Verdad, Juan reunió a unos cuantos amigos, se fueron todos a la lorquina plaza de Calderón -la que desde ahora llamaremos Calderón de la Sombrilla- y les hizo un demostración. Al parecer, lo bastante exitosa.
¿Qué más se puede pedir con estos solaneros que nos agobian? Porque nunca será igual una sombra como las que nos procurábamos hasta ahora, que una sombra elevada al cuadrado o vaya usted a saber a cuánto.
-Lo que importa es el exponente.
Sí, más no uno, sino dos. El exponente que multiplica la sombra, que es numeral, y el exponente Juan. Porque también el inventor se expone, al convertir mala sombra en sombra buena